¡HAGAMOS PAISAJE CON ELLOS! Nadie lo pone en duda. El paisaje de Cantabria es un regalo para los sentidos. Ahí está omnipresente y rotundo ocupando toda la región, desde el Este hasta el Oeste, desde el Norte hasta el Sur, desde las montañas hasta los valles, desde el interior hasta la costa. Abrupto y salvaje a veces, pero también ligeramente pindio e incluso llano y domesticado. Verde diverso como diverso es su origen de monte, de ribera, de pradera, de maizal, de huerta, de siega, de heno
El paisaje de nuestra región impacta a primera vista pero enamora cuando se le conoce a fondo, hecho día a día, modulado durante siglos por los hombres y mujeres del medio rural, contiene el trabajo, los anhelos, el espíritu de superación y el amor de todos ellos y, por lo tanto, de todos nosotros. Sí, de todos nosotros, de los del campo porque lo siguen cuidando y de los de ciudad porque de allí procedemos.
Y es cierto, enamora cuando lo tratas de cerca, cuando te aproximas a él por los caminos rurales, cuando penetras por los senderos que bordean tapias de piedra tapizadas de líquenes, de musgo, de hiedra, senderos de umbría y de sol filtrado que nos llevan por rincones únicos que nada más verlos se nos hacen entrañables; un grupo de encinas centenarias, un hayedo, un antiguo molino sobre el río, el nacimiento de un arroyo, una cabaña para el ganado y, cómo no, praderas y pastizales como fondo del lienzo sobre el que se dibuja todo lo demás.
Pero este cuadro es una obra viva que alberga accidentes geográficos, flora, fauna, ganado y se ambienta con su propia música que, como si de una composición de Vivaldi se tratara, varía con las horas del día y las estaciones del año: rumores de arroyos, gorjeo de aves, berreas de venados, tintineos de campanos y bramidos de ganado que pace en el fondo del lienzo empeñado en mantener su verdor año tras año, accediendo allí donde el hombre del campo, el principal actor de este escenario, no llega con sus dalles y segadoras. Y así juntos, hombre y ganado, ganado y hombre, acometen el trabajo permanente de restauración que el paisaje necesita para que continúe siendo esa obra de arte que tantas generaciones han contribuido a dibujar inspirándose con fidelidad en un medio físico que, hay que reconocerlo, no puede sugerir otra cosa que no sea belleza.
Pero permítanme que me ponga ahora un poco más prosaico para explicar que es la actividad agraria la que mantiene este equilibrio de armonía y estética rurales, que el paisaje humanizado al que aquí nos asomamos no puede mantenerse sin la agricultura y la ganadería, y que la evolución de la actividad agraria amenaza en gran parte del planeta Tierra no sólo con privarnos del acceso al interior de estos paisajes, sino también con reducir el sector primario a un conjunto de explotaciones - industria, frecuentemente desligadas del territorio y que aprovecharán los recursos agrícolas solamente allí donde la rentabilidad económica lo permita, pero perdiendo la función de preservación medioambiental y cultural que hasta ahora viene ejerciendo la actividad agraria.
Las fuerzas que mueven la evolución de la actividad agraria estimulando la disminución de la población activa son variadas y complejas, pero por su carácter más directo e inmediato debemos destacar el avance de la tecnología y la liberalización del comercio internacional.
El avance de la tecnología tiene sin duda muchas ventajas pero incrementa la dependencia externa de las explotaciones así como su necesidad de capital, y si no es utilizada correctamente puede contribuir al aumento del desempleo y a retraer la actividad agraria en los territorios con mayores handicamps a la producción.
La liberización del comercio internacional ha de provocar a medio plazo sensibles ajustes en la distribución internacional de la producción agraria. En este sentido, no debemos ignorar que el coste de la producción de la leche en la Unión Europea no es excesivamente competitivo; de hecho es más del doble que el de Nueva Zelanda y el de Australia.
Estos hechos, aunque contundentes, no deben amedrentarnos, pues en Cantabria la producción agraria tiene calidad, una calidad que hay que proyectar en el valor añadido de los productos elaborados. Las denominaciones de origen y otros sellos de calidad están jugando aquí un importante papel. Pero al concepto de calidad alimentaria debemos añadirle el de preservación del medio ambiente. ¿Por qué no una llamada en los envoltorios de los productos que recuerden al consumidor que en su obtención se ha contribuido a preservar el paisaje humanizado propio de la región?
Soy consciente de que con estas explicaciones técnicas he roto la ensoñación y el deleite en que me había sumido en la primera parte de esta exposición. Pero las cosas son así, hemos de ser prácticos. Debemos valorar las funciones no productivas del sector primario.
¿Pero qué podemos hacer los que no trabajamos en el campo, es decir, la gran mayoría de los habitantes de Cantabria? La respuesta a esta pregunta es lo que he intentado esbozar hasta aquí, pero para que no quede duda terminaré en forma de receta resumida: consumiendo productos de nuestra región contribuimos a preservar nuestro paisaje. Consumamos, pues, nuestros productos agrarios. ¿Hagamos paisaje con ellos! Las fuerzas que mueven la evolución de la actividad agraria estimulando la disminución de la población activa son variables y complejas, pero por su carácter más directo debemos destacar el avance de la tecnología y la liberación del comercio.
LUIS COLLADO LARA/DIRECTOR GENERAL DE DESARROLLO RURAL Y MIEMBRO DEL COMITÉ LOCAL DEL PRC DE SANTANDER